De la infancia a la adultez: cómo el dolor de la infancia puede afectar tu presente
Las heridas de la infancia pueden ser una fuente de dolor y angustia que afecta nuestra vida adulta. Estas heridas pueden tomar muchas formas, como abuso emocional, físico o sexual, negligencia, abandono, falta de atención o rechazo por parte de los padres o cuidadores. En este blog, exploraremos cómo estas heridas afectan nuestra vida adulta y qué podemos hacer para curarlas.
Cómo afectan las heridas de la infancia
Las heridas de la infancia pueden tener un impacto duradero en nuestra vida adulta. Pueden afectar nuestra autoestima, nuestra capacidad para establecer relaciones saludables, nuestra confianza y nuestro sentido de identidad. Las personas que han sufrido heridas de la infancia pueden sentirse solas, incomprendidas, ansiosas o deprimidas. Pueden tener dificultades para confiar en los demás o para sentirse seguros en sus relaciones.
Las heridas de la infancia también pueden afectar nuestra capacidad para manejar el estrés y las emociones. Pueden dejarnos con una sensación de inseguridad y falta de control en nuestras vidas, lo que puede llevar a comportamientos autodestructivos, como el abuso de sustancias, la comida o el sexo. Además, las heridas de la infancia pueden hacernos más propensos a experimentar trastornos mentales, como el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad o la depresión.


Heridas emocionales más comunes en la infancia
Miedo al abandono: se manifiesta cuando sientes un miedo excesivo a la soledad o cuando se da dependencia emocional en tus relaciones afectivas, restándote valor a ti mismo, para dárselo a la persona a quien dices amar. En este momento es muy positivo que empieces a trabajar en el amor propio y la autoestima.
Miedo al rechazo: es una de las heridas más profundas porque implica un rechazo hacia tus pensamientos y vivencias. En este caso aparece el temor a la no aceptación, a que los demás rechacen o juzguen lo que eres. En este punto es altamente valioso trabajar tus inseguridades y miedos.
Herida de la humillación: esta herida surge cuando sientes que te ponen a prueba y constantemente te sientes criticado por lo que haces. Esta herida puede transformarse en la aparición de un temperamento irascible o de un trastorno obsesivo compulsivo en donde tú debes marcar tus propios límites y ponerte siempre en lugares donde te sientas seguro.
Herida del miedo a confiar: en este caso, pierdes el control y los sentimientos de control y de confianza desaparecen. Generalmente se da en el desarrollo de relaciones afectivas, produce celos excesivos con tu pareja y pretendes tener un control absoluto de la persona con quien estás, pues ese es para ti tu territorio seguro.
Herida de la injusticia: esta herida se genera cuando los progenitores son fríos, rígidos y autoritarios, creyendo que de esa forma se ganarán el respeto de sus hijos.

Cómo curar las heridas de la infancia
A pesar de la gravedad de las heridas de la infancia, es posible curarlas y encontrar la curación emocional. Aquí hay algunas formas en que podemos trabajar para curar las heridas de la infancia:
Buscar apoyo: Busca ayuda de amigos, familiares o un profesional de la salud mental. Hablar de tus heridas con alguien puede ser un paso importante en el proceso de curación. Un profesional de la salud mental puede ayudarte a identificar patrones y comportamientos autodestructivos y enseñarte habilidades para afrontar tus emociones.
Practicar la auto-compasión: Aprende a tratarte con amabilidad, comprensión y compasión. La auto-compasión puede ayudarte a superar sentimientos de vergüenza y culpa, y a fomentar una mayor aceptación de ti mismo.
Reconectar con tu niño interior: Reconectar con tu niño interior puede ayudarte a conectarte con tus necesidades emocionales no satisfechas. Dedica tiempo a explorar los sentimientos que experimentaste durante tu infancia y encuentra formas saludables de satisfacer esas necesidades.
Establecer límites saludables: Establecer límites claros y saludables puede ayudarte a sentirte más seguro y protegido. Aprende a decir "no" a las personas o situaciones que no son saludables para ti.
Practicar la meditación y el mindfulness: La meditación y el mindfulness pueden ayudarte a enfocarte en el momento presente y a reducir la ansiedad y el estrés. Estas prácticas también pueden ayudarte a aumentar tu auto-conciencia y a conectarte con tus emociones.
Considera la terapia: La terapia puede ser un paso importante en el proceso de curación de las heridas de la infancia. Un terapeuta puede ayudarte a explorar tus patrones de pensamiento y comportamiento, y te dará las herramientas necesarias para superar las heridas emocionales que puedas haber sufrido en tu infancia.
Perdónate a ti mismo y a los demás: Aprende a perdonarte a ti mismo por tus errores y a perdonar a los demás por las heridas que te han infligido. El perdón puede liberarte de la carga emocional que has estado cargando durante años y ayudarte a avanzar en tu camino hacia la curación.
Reflexión final
En conclusión, las heridas de la infancia pueden tener un impacto duradero en nuestra vida adulta, pero no tienen por qué definirnos. Podemos trabajar para curar estas heridas y encontrar la curación emocional que necesitamos para vivir una vida plena y satisfactoria. Si te encuentras luchando con las heridas de la infancia, busca ayuda y apoyo. La curación es posible, y mereces vivir una vida feliz y saludable.